
De acuerdo con el Almanaque Náutico, el amanecer era hoy a las 7:17 am ET, así que fui a la playa a hacer mis respiraciones, a meditar y a pedir respuestas al Centro del Universo, a todas aquellas preguntas que casi han arañado mi alma últimamente.
Una vez concluidas mis respiraciones y habiéndome sentado en mi silla de playa, cerrado los ojos y entregado mi cuerpo a la sensación del nuevo día, con el sol despuntando por un horizonte gris cubierto de cúmulos nimbos… Me pego un olor a pescado muerto y podrido.
Abrí los ojos y me tope casi frente a mí con un espectáculo apenas orquestado por la criatura más depredadora de la naturaleza. Era un amasijo de redes de nailon con un centenar de pescados muertos y un tiburón de unos cinco pies de largo a cual más enredado. Las olas seguían empujando el bulto playa arriba. Cerré los ojos y pensé en cambiarme a barlovento. Dos gallinazos ya habían llegado para esperar pacientemente a que el tiburón muriera y quedase definitivamente varado en la playa, al menos hasta la próxima marea alta.
Cuando los abrí de nuevo para empezar mi trasteo, vi al tiburón aun luchando por su vida, arqueando cola y cabeza al aire. Era, una vez más… Y casi como siempre, la inmediata respuesta a mis preguntas.
Corrí hacia una parejita quienes habían venido a mirar el amanecer como yo. Les pregunte si de casualidad tenían una navaja, consciente de que yo en mi carro no tenía ningún objeto corto punzante o corto contundente (como lo describiría la Policía de algún CAI en Colombia). Negaron con la cabeza pero vinieron rápidamente a ver que se podía hacer.
El ángel de la guarda de la pobre tiburona nodriza apareció en la forma de un señor barbado, quien paseaba con sus dos pequeños hijos en plan de pesca y quien me prestó un cuchillo de pescador. Parecía que hubieran salido de la nada. Con ayuda de Rob, el noviecito, empecé a cortar las redes alrededor del cuerpo del animal. En el entretanto la noviecita, tomaba las fotos que daban testimonio del momento.
No era ningún acto de heroísmo, el animalito estaba exhausto, asustado, panza arriba y además era una pobre tiburón nodriza de mordida apenas más fuerte que la de un Pastor Alemán adulto y muy además.. el animalito se dejo hacer casi dócilmente, claramente consciente de que lo estábamos ayudando. Para la concurrencia cada vez más grande que se fue agolpando, era un TIBURON!!!
Una vez liberado de sus redes, remolque al tiburón por la cola hacia el agua, pero la pobre estaba tan agotada que la siguiente ola la trajo de vuelta. La segunda remolcada no estaba tan difícil y el animalito se perdió en el mar y yo me quede con ganas de ir tras de ella y perderme en ese reino.
Los gallinazos ya no estaban. Respuestas a mis preguntas… Perfectamente bien contestadas.
Gracias Centro del Universo por un momento mágico.
Por Capitan Jorge Murillo, Fundador de Colombia Ecoturismo.
—
Este hecho salio publicado en el Miami Herald (leer la noticia) Colombia Ecoturismo


